Mizoguchi es un joven poco agraciado, lo que le ha convertido en un ser solitario, taciturno y acomplejado: el mal y lo trágico invaden sus pensamientos. Su única fascinación es el Pabellón de Oro de Kioto, del que su padre, monje budista, le ha hablado como la encarnación de la suprema belleza. Tras su muerte, Mizoguchi entra como novicio en dicho templo. Se pasa el tiempo admirándolo: es su único objeto de deseo, su obsesión. Pero cuando despierta en él la sensualidad, esta belleza suprema se va a interponer en sus relaciones amorosas, le va a impedir tener otras admiraciones o afectos, convirtiéndose en un obstáculo para la vida de verdad. Su amistad compartida entre el amable Tsurukawa y el mefistofélico Kashiwagi, y sus desencuentros con el superior, Tayama Dosen, precipitarán los hechos.
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