Los últimos años de la vida de Holmes, una época de cambio, se caracterizaron por un talante reflexivo y melancólico poco habitual en él. Sabemos que padeció una enfermedad y que abrió su corazón a un doctor Watson ya “reumático y envejecido”. Si en la tumba de Doyle figura el siguiente epitafio: “Temple de acero, rectitud de espada”, cabe imaginar que al propio autor le habría gustado grabar uno semejante en la de Sherlock Holmes. O quizá lo ocultó sencillamente porque, para coronar la gloria de su detective, le bastaba atestiguar que Holmes, mientras enviaba su último saludo desde el escenario, desde su retiro sesentón escribía un “Manual de apicultura”.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.