Cualquiera que sea la idea de la cultura que se defienda, todas ellas tendr谩n seguramente en com煤n el referirse a lo m谩s apreciado por el opinante. A veces, no habr谩 ning煤n problema en reconocer que la cultura es lo m谩s sagrado de todo: lo 煤nico que en verdad puede salvarnos. Pero llama la atenci贸n que, cuando se piden explicaciones sobre este culto, lo que el devoto suele declarar es que adora lo inacabado, el resto y la mezcla, tres conceptos que est谩n atravesados por paradojas merecedoras de examen. Estamos pose铆dos por el hechizo de la cultura y seguiremos mucho tiempo en tal estado, pero la verdadera labor te贸rica consiste en describir ese hechizo como si no estuvi茅ramos bajo sus efectos. Los desechos no deber铆an ser el adorno suntuario y cultural de los hechos, sino un motivo para desconfiar de la idea misma de “hecho” como aquello que tiene la 煤ltima palabra en las cosas decisivas de la vida.
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