Según la Biblia hebrea, Lilith fue la primera mujer que Dios quiso darle como compañera a Adán, y la hizo, a semejanza de él, del polvo de la tierra. Y Lilith, viéndose su igual, se rebeló un día ante sus constantes exigencias y lo abandonó. Huyó a los espacios y tuvo amores con diversos demonios: fue la primera mujer liberada de la historia de la humanidad. Fue la primera “femme fatale”.
El propósito de este libro es averiguar las causas por las que en el último tercio del siglo XIX surgieron del pincel de tantos artistas no solo desagradables, sino infames, imágenes femeninas. ¿Cuáles fueron las razones del surgimiento de aquel relato visual que complacía a los hombres y desagradaba a las mujeres? Evidentemente había un origen en toda esta iconografía. El principal fue el nuevo despertar de la conciencia en la mujer de su papel secundario en el mundo y, como consecuencia, su protesta formalizada en los primeros y categóricos movimientos de las sufragistas. La sociedad patriarcal observaba alarmada que le surgía una inesperada competidora, insospechada, debido al sometimiento al que, ancestralmente, la había marginado.
Para confirmar la perfidia de la mujer, los artistas de la época ofrecieron ominosas epresentaciones de ella, sin darse cuenta de que al mismo tiempo ponían de relieve su miedo y deseo. Para ratificar su denuncia incluso acudieron a imágenes religiosas que corroboraran la maldad innata del ser femenino. Es así como recobraron, entre otras, la figura de Lilith.
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