“La casa de Bernarda Alba” sigue siendo hoy un título frecuente en las carteleras teatrales, y no solo españolas. Desde su estreno en Buenos Aires en 1945, directores, escenógrafos y actores la han sentido como un reto. Quizá es difícil imaginar hoy una situación similar a la que se plantea en la obra. Vivir en un pueblo pequeño, donde el peso de la honra y la tradición ahoga a la mujer hasta el punto de que el luto por la muerte de alguien significa encerrarse durante ocho años en una casa sin tan siquiera poder asomarse a la ventana. Esta es la situación descrita en la obra. Un drama en el que un clamor callado de anhelos insatisfechos intenta encontrar algún resquicio hacia la libertad y la vida.
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