La continuación apócrifa del “Quijote” cervantino, escrito por quien firma como Alonso Fernández de Avellaneda, y publicado en la segunda mitad de 1614, ha conocido una interesante difusión en Europa y América. Los problemas críticos que esta continuación plantea son de primer orden y afectan a distintos factores de la producción literaria: desde la transmisión editorial a través de sus distintos procesos, desde el manuscrito al volumen impreso, hasta el establecimiento de la identidad de Avellaneda, que ha sido atribuida a casi todos los autores del Siglo de Oro, desde, rizando el rizo, el propio Cervantes hasta Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón o Cristóbal Suárez de Figueroa. Esta edición conjetura cómo la obra de este último resulta ser mucho más próxima a las características textuales de “Avellaneda” que la de cualquiera de los demás nombres propuestos. La edición aporta, además, el nombre de otros dos autores, hasta ahora no contemplados por la crítica, que presentan un porcentaje muy elevado de identidad de usos léxicos con el texto de Avellaneda.
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