Entre 1270 y 1400 hubo en el pensamiento político un proceso de elaboración de las ideas de soberanía, origen secular y legitimidad popular del poder, nucleares en la teoría política moderna, paralelo al que se dio en las letras y las artes con los pre-humanistas y los pre-renacentistas. Durante la Baja Edad Media se abrió paso una relación entre la Iglesia y los gobiernos, distinta de la tradicional, que exigía otra explicación del poder y marcó el horizonte de la teoría política.
El libro presenta los hitos del nacimiento de esa explicación laica del poder, en pugna con la doctrina teocrática del sumo poder pontificio. Expone a los autores que defendieron la legitimidad del gobierno secular a principios del siglo XIV: se fija en Juan de París y el entorno del rey francés, Felipe IV el Hermoso, y en los más conocidos partidarios de la separación del poder imperial y el poder religioso, Dante y Ockham; destaca, sobre todo, en Marsilio de Padua, el primer cristiano que se atrevió a excluir por completo al clero de la organización de la vida social y a sostener el fundamento solo racional del poder; y hace el contrapunto con los defensores de la teocracia papal, entre ellos, los españoles, Álvaro Pelayo y Francesc Eiximenis. También ofrece las teorías de Oresme y Wiclef, partidarios de iglesias nacionales autónomas de Roma, y resume el papel del derecho en la maduración del pensamiento político, desde la creación de la ciencia jurídica hasta Bartolo de Saxoferrato y Baldo.
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