En “Los límites de la acción del Estado”, escrita en 1792, ofrece Humboldt una imagen del hombre que significa ya una superación de la concepción ilustrada y desde la que traza los límites a la actuación del Estado.
El hombre es energía, que sólo necesita tener la posibilidad de desarrollar sus potencialidades para poder realizar el ideal de hombre que cada individuo tiene para sí mismo. El hombre, considerado como un individuo, necesita libertad para poder alcanzar el máximo grado de desarrollo de sus fuerzas, de sus capacidades, y el Estado debe limitarse, en su legislación y actuación, a la realización de aquellas actividades con las que no perjudique el proceso de realización, de perfeccionamiento, del individuo. Con este principio llega Humboldt a la conclusión de que el Estado debe limitarse a velar por la seguridad de los ciudadanos, atacando, por consiguiente, de manera frontal los objetivos del absolutismo ilustrado, que aspiraba a procurar la felicidad material y espiritual de sus súbditos.
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