«Larga, dolorosa, mortífera, la Gran Guerra mostró cómo se mataban unos a otros millones de hombres que todavía la víspera juraban “guerra a la guerra”. Fueron compañeros de armas de aquellos a quienes acusaban de ser militaristas, patrioteros, belicistas, e igualmente de millones de otros hombres que hicieron la guerra por deber o incluso sin saber muy bien por qué.
Después de 1918, convertidos en ex combatientes, ni unos ni otros pusieron en duda la legitimidad de su sacrificio: habían combatido en defensa de la patria, y la guerra que habían hecho era una “guerra justa”. Durante cincuenta años no han cesado de repetir lo mismo».
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