La comedia romántica de Hollywood de los años treinta y cuarenta sigue todavía hoy captando la atención de los amantes del cine y de los investigadores. A este género, que supo aunar la calidad artística con la popularidad, corresponden los mejores exponentes de lo que se ha dado en llamar comedia chiflada o disparatada («screwball comedy») con títulos como «Sucedió una noche», «La cara de los acusados», «La pícara puritana», «La fiera de mi niña», «Ninotchka», «Las tres noches de Eva» o «Historias de Filadelfia». Pero el nacimiento del género no hubiera sido posible sin la coincidencia en Hollywood del talento de guionistas como Ben Hecht, Billy Wilder o Norman Krasma; directores como Hawks, McCarey, Cukor, Sturges o Capra, y actores como Cary Grant, William Powell y actrices como Katharine Hepburn, Irene Dunne, Barbara Stanwyck, Ginger Rogers o Claudette Colbert.
En un momento en que el país trata de superar la crisis económica y el desencanto social provocado por la Depresión, estas comedias exaltan la exhuberancia vital de unas parejas románticas genuinas y modernas que dan prioridad en sus relaciones a volares como la diversión, la libertad y la igualdad. El mejor antídoto para curar las heridas, enseña la «screwball comedy», es una relación romántica concebida de tal forma que la pareja se reconcilia con la vida cotidiana y la convierte en una fiesta que celebra la alegría de vivir.
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