Unos más que otros, todos necesitamos el auxilio de la escritura para la emisión de nuestros mensajes gráficos. Escribir es una necesidad: en la vida privada (cartas, diarios personales, artículos, libros), en la empresa (comunicados, mensajes, cartas, folletos, publicidad, redacciones varias), en la prensa (diarios, revistas), en la televisión, etcétera. Por consiguiente, los problemas que suscita la escritura afectan a muchísimas personas: escritores, periodistas, redactores, profesores de todos los niveles de la enseñanza (básica, media, universitaria, profesional), correctores de estilo y tipográficos… Incluso el llamado «hombre de la calle», sin una especialidad tan nítidamente definida, necesita poner en práctica una escritura pulcra en sus relaciones cotidianas. Todos necesitamos y deseamos saber expresarnos por escrito.
Sin embargo, vemos cómo día tras día el lenguaje, desde el de los políticos hasta el de las personas corrientes, pasando por el universitario, sufre la erosión que le producen el empobrecimiento interno por un lado y la invasión externa por otro. La pobreza léxica que se manifiesta en todos los medios de comunicación, así como la general ignorancia de las reglas de escritura, hacen de nuestro idioma una sombra de sí mismo lejana y abstrusa. Parece preciso, pues, establecer un frente de defensa de nuestras peculiaridades idiomáticas empezando por nosotros mismos.
A ello contribuye, sin duda, el presente Diccionario de redacción y estilo, escrito para ayudar a cuantas personas deseen dominar su lengua y expresarse con propiedad, riqueza léxica y corrección formal.
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