La obra de Macedonio Fernández encarna la autonomía de la plena ficción. Su influencia en el joven Borges fue definitiva. Dos intuiciones bastaron: la obsesión por la obra dentro de la propia obra y la concepción onírica de la realidad. Y así comenzó la leyenda de Macedonio Fernández cuya genealogía aún debemos descifrar en Borges. En el “Museo de la Novela de la Eterna” encierra el autor el laberíntico entramado de su formulación estética más rotunda. Novela ajena al concepto de realidad canonizado por la tradición literaria está centrada en la cuestión de la verosimilitud de experiencias mentales confundidas en el texto como un itinerario de digresiones en torno a un único personaje: el lector.
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