Christopher Marlowe ha pasado a la historia literaria por su faceta de dramaturgo. Sin embargo, lo que más impresionó, tanto a sus coetáneos como a sus inmediatos seguidores, no fueron sus dramas, sino, antes bien, su poesía. Su producción poética es de importancia capital dentro de su obra: escrita por un hombre joven, con conocimientos universitarios, de gran ambición y acaso no poca arrogancia, deseoso de experimentar en su escritura con asuntos y técnicas que solo se habían ensayado previamente de modo tangencial.
“Hero y Leandro” conoció un inmenso éxito incluso desde antes de su publicación. Fue imitado y parodiado, y los poetas amorosos lo conocían de memoria, con alusiones a su mordaz voluptuosidad. Marlowe se propuso un reto formidable: tratar un mito muy conocido y difundido de manera distintiva y original. Para ello, transforma el tono elevado y triunfante del poema de Museo en un ambiente mucho más perturbador y ambivalente. Al tiempo que presta atención a la dimensión luctuosa de la historia, el texto marloviano no se refocila en ella, sino que desarrolla las relaciones personales de sus protagonistas, dejando sitio para lo cómico y lo propio de un romance juvenil, esto es, para los riesgos, las limitaciones y las decepciones del amor.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.