Como su contemporáneo, compatriota y también semita Arthur Schnitzler, Bettauer agitó, saliéndose de los cauces de la formalidad y la normalidad, a la sociedad de la Viena finisecular y de entreguerras, provocando más de una indignación entre la clase militar y los estamentos bien pensantes.
Y no se podrá negar que tuvo una gran clarividencia: la que le llevó a lanzar a una sociedad marcada por el antisemitismo avisos que se pasaron por alto y que le llevó a identificar, ya en 1922, el peligro de pasado mañana, es decir, el de 1933, en su novela La ciudad sin judíos. Una novela de pasado mañana. La más inofensiva de las acciones en el contexto de la persecución antisemita, la expulsión/deportación, que vendría años después, se hacía fábula premonitoria, es decir, vida literaria en el relato novelístico de Hugo Bettauer. Esa previsión, la que antecede a la profecía, fue la que no consiguieron tener los políticos weimarianos o vieneses, enredados en una imposible conquista del poder. Muchos de ellos, pagarían más tarde con su vida el desprecio por un aviso premonitorio que entonces quizás se pensara exagerado.
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