Culto, liberal, escéptico y tolerante, Prosper Mérimée (1803-1870) se sintió, como tantos otros de sus coetáneos, atraído por España, su historia, sus tradiciones y sus costumbres. Hasta el punto de caer en la tentación de “inventar” España antes de conocerla. Las circunstancias le convirtieron en amigo íntimo -preceptor ocasional junto a Stendhal y, luego, confidente- de Eugenia de Montijo, esposa del emperador Napoleón III. Su inquietud creadora le hizo abandonar la escritura teatral y consagrarse a la narrativa. Su sincero, fervoroso y documentado hispanismo no puede ni debe incitarnos a conceptuar su obra de “españolada”.
La quimérica actriz y comediógrafa granadina Clara Gazul se dio a conocer en París, en 1825; veinte años antes que la cigarrera sevillana Carmen. Pero, así como esta última nacería primordialmente de los viajes y experiencias personales de Prosper Mérimée, la comedianta Clara Gazul había sido producto exclusivo de las lecturas y la imaginación de su autor. Las piezas que componen el “Teatro de Clara Gazul” son, en ocasiones, desenfrenados manifiestos liberales e incluso antifranceses. En todo caso, anticlericales. La rebeldía ideológica y formal -el humor negro- del teatro del joven Mérimée constituye hasta cierto punto un anticipo del esperpento valleinclanesco.
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