La justificada fama de escritor desenfadado y licencioso que acompañó a Cristóbal de Castillejo en la España de la primera mitad del siglo XVI y el rigor censorio aplicado a algunos de sus textos explican que una obra como la «Farsa de la Costanza», “una pieza procaz, blasfema y escandalosa”, no pasara al mundo de la imprenta y circulase sólo en versiones manuscritas al alcance de círculos culturales muy restringidos. Obra de personajes desmesurados que protagonizan el viejo conflicto dramático entre matrimonios desiguales en edad, a los que se suman dos farsantes que se hacen pasar por clérigos para anular el vínculo sacramental del matrimonio Con un lenguaje cargado de procacidades y blasfemias, y con un desenlace propio de un engaño de proporciones mayúsculas, la obra resulta una inmensa farsa colectiva que sirve de coartada al autor para la regocijada burla del mundo eclesiástico.
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