Entre 1951 y 1959, cierto cine español -habitado desde el periodo mudo por personajes populares, sainetescos y zarzueleros- afrontará un proceso de crispación y distanciamiento de la mirada, un camino hacia una intransferible y reflexiva modernidad grotesca y esperpéntica, similar en cierto sentido a la llevada a cabo en su tiempo por artistas y escritores como Francisco de Goya o Ramón María del Valle-Inclán. Pese a que la culminación de tan crucial transformación ética y estética -iniciada ya embrionariamente en la obra fílmica de Edgar Neville- sólo se alcanzará a comienzos de los años sesenta, su despegue puede aislarse casi literalmente en «Esa pareja feliz» (Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, 1951) y tiene mojones de excepcional importancia en títulos señeros de José Antonio Nieves Conde o Manuel Mur Oti. «Del sainete al esperpento» trata de sacar a la luz las huellas de esa crispada mirada ibérica que, desde arriba y con rabia, distorsiona los rasgos del mundo inicialmente costumbrista que observa para mejor mostrar, así y «de nuevo», la triste realidad española.
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