Este libro no plantea la cuestión del lenguaje en términos lógico-matemáticos, sino biológicos. El ser humano es un organismo, consta de productos minerales y de procesos orgánicos similares en todo a la naturaleza, pues no deja de ser parte de ella; pero además habla, tiene lenguaje y, por ello mismo, piensa y vive en sociedad. Rechazando y huyendo de cualquier “impostura intelectual”, es decir, sin pretender utilizar conceptos extraídos de las ciencias duras para hacer progresar las ciencias blandas, el lector de este libro no encontrará otra cosa que una gran cantidad de leyes y categorías lingüísticas que son equivalentes a otras tantas leyes y categorías genéticas. El resultado es sorprendente y las implicaciones muy profundas. El tema está en el ojo del huracán de la cultura del siglo XXI y las conclusiones que cada uno extraiga de su lectura pueden representar un punto de inflexión en la imagen que los humanos tenemos de nosotros mismos.
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