Giordano Bruno publica las primeras obras que han llegado hasta nosotros en París en 1582. Se trata de los tratados mnemotécnicos latinos De umbris idearum (dedicada al rey Enrique III, que le nombrará “lecteur royal”) y Cantus circaeus; de la presentación de la combinatoria luliana en De compendiosa architectura et complemento artis Lullii y de una comedia Candelaio / Candelero. Candelero no es solo la culminación de la comedia italiana del Renacimiento, siguiendo la senda de Maquiavelo (La Mandrágora) y el Aretino, en una triple trama ambientada en la Nápoles contemporánea, sino que es una amarga crítica de la corrupción de la sociedad europea, presentada como una jungla en la que nada es lo que parece, en la que la ostentación de sabiduría esconde necedad y locura, donde la justicia está ausente y a lo sumo es ejercida por una turba de ladrones y pícaros disfradados de agentes de la justicia para conseguir desplumar a los necios. Con ello Candelero constituye una obertura teatral de los diálogos filosóficos que, poco después y en un escenario en buena medida teatral, presentarán la reforma moral, política y religiosa de la sociedad europea a partir de la recuperación de la verdadera imagen del universo y de su relación con la divinidad.
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