La pregunta “Quo vadis?” tiene un significado especial en el proceso de integración europea. La razón es simple: a diferencia de las agrupaciones políticas nacionales que hunden sus raíces en mitos y valores fundacionales (un pueblo, un destino, unos acontecimientos históricos de carácter simbólico), el proyecto europeo (eminentemente político y cultural) se ha imaginado deliberadamente como un viaje, una aventura, y no como un edificio con contornos y funciones definidas. Al plantear esta cuestión, no se trata simplemente de preguntar por el destino de un proyecto u objeto conocido, sino de cuestionar la esencia misma de la Unión Europea. Por eso el interrogante es esencial. Por eso, también, debemos, aquí y ahora (lo que no eximirá a otros de tener que hacerlo de nuevo después), responder a esta pregunta.
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