Manuel Rivero Rodríguez nos sumerge en el mundo de la propaganda política del Barroco a través de tres biografías del conde duque de Olivares, encargadas y supervisadas por el propio valido para moldear su imagen pública durante el reinado de Felipe IV, y que evolucionan con la fortuna política de su protagonista: desde los “Fragmentos históricos” de Juan Antonio de Vera y Zúñiga (1628), que presentan a un Olivares modesto y dialogante en sus primeros años de gobierno; pasando por el “Retrato del privado cristiano político” de Virgilio Malvezzi (1635), que lo muestra como estadista ejemplar en tiempos de aparente éxito; hasta el desesperado “Nicandro” (1643), último intento por defender su reputación tras los desastres de Cataluña y Portugal que precipitaron su caída.
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