Mandeville estableció el campo de juego en el que se han construido los conceptos, metáforas e imágenes con los que hemos construido nuestro presente. La crudeza con la que presentó el egoísmo como motor de la vida, fue la que hizo que los posteriores autores trataran de urbanizar el vicio nominándolo como interés, un concepto que aún nos acompaña. Su convencimiento de que existe una argucia que a través de la historia consigue coordinar en un mundo político, social y cultural individuos que sólo se ocupan de sí mismos, dará lugar a ideas como la mano invisible, la argucia de la razón o nuestra asumida noción de mercado. Pero quizás, sobre todo el hecho de que, como se puede apreciar en esta Antología, en Mandeville tenemos la eterna desazón de que sospecha que por debajo de nuestros más nobles y dignos conceptos e ideas no late sino el deseo de establecer intereses propios o de grupos. Su obra, presentada con la crudeza del anatomista, nos obligó a presentar alternativas más tolerables, educadas y civilizadas, pero siempre, siempre hemos jugado en el campo que Mandeville estableció.
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