“Antonio y Cleopatra” mantiene estrecha relación con otras dos obras de Shakespeare, “Julio César” (de composición anterior) y “Coriolano” (de composición posterior), denominadas las tres como “tragedias romanas”. El tejido de interrelaciones de tradiciones textuales y orales que confluyen en “Antonio y Cleopatra” se perfila como una red compleja bajo la clave de escritura dramática. La representación de Antonio y Cleopatra como símbolos o arquetipos sobrepasa la instancia histórica o contextual y mantiene los elementos de individuación necesarios para aproximar la representación a la realidad, a la persona.
Shakespeare trabaja en “Antonio y Cleopatra”, como también lo había hecho en “Julio César”, la colisión que se produce en los grandes personajes en su lucha entre las cuestiones de Estado y sus vidas interiores. El centro de interés en “Antonio y Cleopatra” radica en la profundización de dos personajes legendarios, en un marco político conflictivo, que hace imposible su amor. La unión del contenido mítico de ambos personajes con sus características humanas constituye uno de los centros neurálgicos de la obra.
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