El público ocupaba sus localidades, la orquesta a punto de empezar. De repente
aparecen siete hombres armados y provocan el pánico: disparos, tal vez una bomba.
¿Terroristas? ¿Ladrones? Sólo hay dos certezas: que un ataque a la Scala en una
noche de estreno es un verdadero sacrilegio, incluso en el violento Milán de 1972, y que al comisario Ambrogio Santi, expartisano de gatillo fácil, el teatro y sus siglos de historia no le importan, pero quiere saber quién mató a su amigo Mimmo. Hará justicia sin necesidad de compañeros como Michael, un imberbe arrogante, ni de obstáculos fascinantes como Loriana. Cuando los cadáveres comienzan a acumularse, incluso Ambrogio Santi tiene que entender que la unión hace la fuerza.
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