En el escenario nublado por el humo y los recuerdos de un viejo bar de jazz, se cruza un calidoscopio de seres humanos iniciáticos o rotos, envueltos en la melodía nostálgica del piano, el saxo y los susurros -a veces gritos- de los fantasmas del pasado, el deslizar de los naipes y la caída silenciosa de la nieve. Charlie el vendedor de pesadillas, una dama de edad equívoca que oculta sus medias rotas bajo un colchón de soledades, Ramón el camarero, Greta la Negra…Ases en la manga, damas de corazones, Straigh Flush para escapar de un mundo envuelto en niebla, escarcha de azúcar en cabellos y alma. Corazones rotos como espejos que reflejan diamantes en los rincones y que al cabo del tiempo los pies de la vida van desmenuzando como arena perdida entre las rendijas del suelo.
El jurado del VIII Premio Internacional José Zorrilla ha valorado la autenticidad de una poesía que mana desde la espontaneidad y la pureza para discurrir a través de la melancolía de un ayer del que no siempre podemos huir.
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