Cuando, en 1949, Jacques Rueff pronunció su bien conocida frase sobre la unificación europea -“Europa se unificará a través de la moneda o no podrá unificarse”-, nada dijo sobre las condiciones previas que deberían cumplirse para que esa unificación se produjese sin excesivos traumas. Cuando, en 1998, el Consejo Europeo dio luz verde a los once miembros que formarían, inicialmente, la Unión monetaria, tampoco pareció dar importancia a los posibles problemas que podrían alterar su funcionamiento. Se fijó, fundamentalmente, en el cumplimiento de los criterios de convergencia nominal, enumerados en el Tratado de Maastricht, y supuso que la restricción fiscal, formulada en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997, sería cumplida por todos. La experiencia ha demostrado que la unificación monetaria europea es una tarea mucho más compleja de la que imaginaron sus arquitectos y que dar solución a los graves problemas que hoy la aquejan requerirá de decisiones políticas de considerable alcance. Este libro trata de esos problemas y de las soluciones requeridas.
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