Era Joan Brossa quien decía que todo texto no es más que un alfabeto desordenado. La propuesta de Mª Ángeles Pérez López en este libro es una reflexión sobre esa misma extraña cualidad que es pronunciar, sacar al aire un temblor organizado como quien emprende viaje hacia una carne incierta y exterior: la de los nombres.
No es extraño, por tanto, que se aluda en “Carnalidad del frío” a un compromiso de corporalidad con el mundo, que recuerda otros libros anteriores de la escritora salmantina (Tratado sobre la geografía del desastre, 1997; La sola materia, Premio Tardor de poesía, 1998) donde el resplandor material de las cosas con que nos cruzamos iluminaba con su quietud, con su estancia simple.
Tampoco es ajena a ese compromiso una conciencia del propio cuerpo, del “silencioso espacio de la piel” de pronto desbordado por el mapa del deseo. Así es como se amasa en este libro una misma saliva: amar y nombrar entra en una intersección que sólo puede desembocar en una fértil añadidura que convoca a seguir creyendo en la vida y en la palabra con una limpia unanimidad.
Tomás Sánchez Santiago
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