La realidad tiene zonas oscuras, y la literatura líneas de sombra para acceder a ellas. Como Freud haría más tarde, Hoffmann penetró en los sótanos de la realidad y exhumó todo un retablo de fantasías y prodigios atroces: los autómatas, los dobles, la suplantación de la identidad y los abismos del yo, la disociación y la locura, las insidias de los espejos, la metamorfosis, el mesmerismo y el magnetismo…
Claudio Magris, que ha visto una “punzante contemporaneidad en la poliédrica y huidiza obra de Hoffmann”, también ha advertido “sus intuiciones extraordinariamente precursoras sobre la naturaleza y función de la novela”. Y es difícil asegurar si en el trasfondo del “Informe para una Academia de Kafka” no está la sombra de Milo, aquel mono de la segunda “Kreisleriana”.
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