Lo imagino de estatura media, fibroso y un punto brusco al colocarse la toga. De nariz aguile帽a y ce帽o permanentemente fruncido. Ojeroso y p谩lido. Su expresi贸n es atormentada, propia de quien padece migra帽as o quien vive asfixiado por las responsabilidades. Es poderoso, pero no resulta aristocr谩tico y, aunque no parece acomplejado, no irradia la seguridad apabullante que se espera de la 茅lite de una potencia mundial. Los historiadores romanos y jud铆os despacharon su biograf铆a en un par de folios y ning煤n artista de su tiempo lo inmortaliz贸. Pero Pilato se hizo leyenda. A partir de la Edad Media, impresionantes obras pict贸ricas, escult贸ricas y literarias lo incluyeron como actor secundario de la Pasi贸n de Jes煤s de Nazaret. El cine, con mayor o menor acierto, le puso rostro y penetr贸 en su mente. Y, cada d铆a, en todos los rincones del mundo, su nombre se pronuncia por millones de creyentes en el Credo cat贸lico. Pero, 驴c贸mo se produjo el tr谩nsito de Poncio, el caballero romano, a Pilato, el mito?
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