A las leyes positivas les corresponde una función de especialísima importancia que repercute en la institución que produce y mantiene la legislación positiva: el Estado, o, como Montesquieu suele decir, el Gobierno. Siguiendo el hilo de este método y raciocinio, un buen gobierno será el que se mantenga merced a las leyes positivas en los límites exigidos por las diferentes legalidades: la natural, la moral, la de las costumbres y usos, y las circunstancias. La antropología culmina en una teoría política que garantiza el equilibrio y ponderación en la convivencia. Del Espíritu de las Leyes, la gran obra de Montesquieu, sigue esta línea hasta dar con el centro de la cuestión: ¿cómo evitar que un gobierno pierda los límites que su naturaleza exige?; pregunta que se puede convertir en esta otra: ¿cómo impedir la tiranía?
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