芦Si hubiera vivido un poco m谩s, apenas tres a帽os, Joseph Roth habr铆a asentido ante la escena de Casablanca en la que el mayor Strasser le pregunta a Rick por su nacionalidad. “Soy un borracho”, responde este. Roth habr铆a respondido igual si alguien le hubiera preguntado. Todos sus lectores lo sabemos porque lo dej贸 clar铆simo en sus libros, en sus dibujos y en lo que los bi贸grafos han descubierto de su vida. Tambi茅n sabemos que no le preguntaron por su nacionalidad, porque Roth fue uno de los miles de ap谩tridas que se mor铆an del asco en la Francia a punto de rendirse ante Alemania. En un pa铆s lleno de refugiados con pasaporte Nansen (cuyo papel era tan malo que se deshac铆a al segundo tr谩mite), la gente hab铆a perdido la costumbre de preguntarse por nacionalidades que ya no exist铆an. “As铆 soy realmente: maligno, borracho, pero l煤cido. Joseph Roth”, escribi贸 en la dedicatoria de un autorretrato que se hizo en Par铆s en noviembre de 1938, seis meses antes de su muerte禄.
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