Si hay un mito literario que haya alcanzado la universalidad, sin duda es el de “Drácula”, el arquetipo del vampiro. Publicada a finales del siglo XIX y recibida todavía como una novela gótica tardía, sus repercusiones han desbordado con creces el ámbito cerrado del género, gracias a una hábil amalgama de folclore e historia auténtica. “Drácula” es un clásico porque cuenta algo que puede suceder donde quiera que haya seres humanos: el miedo a la muerte y a los muertos, el sueño de la inmortalidad, la dialéctica psicológica y sexual en nuestro interior entre dominio y sentimiento, entre el deseo de herir a los que amamos y de ser heridos por ellos.
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