En la primavera de 1814, Napoleón Bonaparte fue derrotado. Habiendo reunido un imperio que abarcaba la mitad del continente europeo y gobernado las vidas de unos ochenta millones de personas, de repente se encontró exiliado en Elba, a menos de cien millas cuadradas de territorio. Esto habría sido el final de él, si los gobernantes de Europa hubieran buscado otros caminos. Pero pronto Napoleón impuso su carisma sobrenatural y su ambición histórica tanto a sus captores como a la misma isla, planeando su regreso a Francia y al poder.
Después de diez meses de exilio, escapó de Elba con más de mil simpatizantes, aterrizó cerca de Antibes, marchó a París y retomó el Palacio de las Tullerías, todo sin disparar un tiro. No mucho después, decenas de miles de personas morirían luchando por y contra él en Waterloo. Braude dramatiza este extraño exilio y su improbable escape con minucioso detalle y con un gusto novedoso.
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