Es costumbre afirmar que la Historia es la sustancia que anima las películas de Theo Angelopoulos (1935-2012). La de su país, Grecia, en primer lugar, y por extensión también la de Europa. De ello son buenos ejemplos títulos como “Días del 36” (1972), “El viaje de los comediantes” (1974-1975), “Los cazadores” (1977), “La mirada de Ulises” (1995), “Eleni” (2003) y “El polvo del tiempo” (2008), este último desdichadamente aún sin estrenar entre nosotros. El resto de sus títulos, por el contrario, no verifica tal aserto. Ni “Reconstrucción” (1970), su primer largometraje, ni “Alejandro el Grande” (1980), “Viaje a Citera” (1984), “El apicultor” (1986), “Paisaje en la niebla” (1988), “El paso suspendido de la cigüeña” (1991) o “La eternidad y un día” (1988) la incluyen como elemento decisivo. Apreciar las diferencias entre uno y otro segmento de su filmografía es uno de los objetivos de este trabajo. Su obra representa una de las cumbres de la modernidad cinematográfica alumbrada inmediatamente después de mayo del 68, y hace del plano secuencia y la amalgama de tiempos dos de sus características mayores.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.