“Escribí “El puente” en rebeldía contra los temas y las formas de las piezas teatrales de aquella época, cuya escasísima producción, por otra parte, llegaba con timidez a los teatros independientes”. Un joven y rebelde Carlos Gorostiza estrena esta obra en 1949 recurriendo a una fórmula sencilla: como marco temático, un ácido retrato de la situación social de aquel tiempo, con la difícil convivencia de clases y la actitud incierta de la burguesía ante el cambio; como forma de expresión, un lenguaje popular, el habla rioplatense, hasta entonces despreciada por los más exquisitos. El resultado es una poderosa tragedia cotidiana, plenamente instalada en la estética neorrealista de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, al igual que “Muerte de un viajante” o “Historia de una escalera”; “un espléndido drama, admirablemente construido, humano, cargado de interés y eficaz en sus efectos escénicos”, en palabras de Antonio Buero Vallejo, uno de los primeros lectores de “El puente” en España, también el que más hizo por que se estrenara en nuestro país sin que, finalmente, por culpa de la censura franquista, lo consiguiera.
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