El debate surgido en torno a la biotecnología desde planos tan dispares como el social, el ético, el científico e, incluso, el puramente jurídico sacude con asiduidad las conciencias de la vieja Europa, espoleado por el sostenido incremento de la superficie destinada al cultivo de los transgénicos y su presencia en los lineales de nuestros supermercados, a veces de manera explícita y otras no tanto. La gran pregunta que siempre subyace en dicho debate sigue siendo la misma: ¿Son seguros los organismos genéticamente modificados?
La irrupción de las modernas técnicas biotecnológicas supuso la incorporación de la industria con sus pesados recursos especialmente en el modelo agrícola tradicional, dotándoles de unas nuevas herramientas en detrimento de los métodos productivos convencionales que permitía asegurar producciones estables con las que dar cumplida respuesta a las exigencias una demanda cada vez más creciente.
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