A los meses de provisionalidad e incertidumbre del comienzo del exilio del autor corresponde la gestación de esta obra, escrita bajo el doble signo de la flor y de la muerte, del «seco olor a sangre pisoteada» y el «aroma a jardines, a amanecer diario, a vida fresca, inexpugnable», del amor y el compromiso ineludible.
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