En un lugar de la filosofía, de cuya historia nadie quiere acordarse, ha mucho que existe una hidalga representante sapiencial de las de lanza y artilleros, raigambre antigua, liceos flacos e intelectuales corredores. Una olla de mucho más que legados griegos, latinos y cristianos, escolástica muchas noches, duelos y quebrantos antropológicos epocales, palominos existenciales intemporales, que bien consumen las tres partes de la común hacienda cultural.
El resto: teólogos, moralistas, científicos, políticos, ensayistas y hasta poetas de una talla y vellorí universal de lo más fina. Una casa de saber con amos y damas que pasan de los 20 y los 40, mozos y rocines tan buenos que han sustentado como pocos el campo y la paza de la occidental cultura. Frisando nuestra sabiduría no menos edad de quinientos años: era y es de complexión recia, seca, espiritual, histórica, vitalista, crítica, madrugadora y visionaria, y de muchos enemigos que le han dado caza.
A veces tildada de inexistente, mundana o quijotesca (como los autores que esto escriben), una narración de conjeturas verisímiles, un cuento que es el pensamiento hispánico, que aquí les contamos sin que se salga un punto de la verdad…
La historia de la filosofía “española” como no te la habían contado. Que casi no se ha contado. Que deberían haberte contado.