Cuando Mary Shelley publicó “Frankenstein” tenía veinte años y era su primera novela, y lo hizo ocultando su nombre, un procedimiento habitual en la época. Nada hacía augurar que aquella novela adolescente pudiera convertirse en un mito contemporáneo. En algún momento de la última década del siglo XVIII, un estudiante llamado Victor Frankenstein, interesado por las ciencias naturales, concibió la posibilidad de crear un ser humano a través del descubrimiento del origen y el funcionamiento del principio de la vida. La criatura que finalmente logró componer resultó monstruosa y, al mismo tiempo, terriblemente lúcida.
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