Desde las primeras películas con guiones de Thea von Harbou, su mujer, Lang demostró un dominio de los elementos formales y narrativos que haría de él uno de los autores más grandes de la cinematografía mundial: por una parte, una atmósfera casi onírica, símbolo evidente de una cierta fuga de la realidad y, por otra, un pesimismo latente que considera al hombre prisionero del entorno y de un destino en apariencia invencible. Títulos como «Metrópolis», «M», «La mujer en la Luna», «Cuando la ciudad duerme» o «Encubridora» son algunos de los hitos de una filmografía que este libro ayuda a descubrir en toda su dimensión.
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