La tesis principal de esta obra es que la revolución liberal se gesta ideológicamente en el seno del Despotismo ilustrado, y que son precisamente los obstáculos en que encalla el proyecto reformador lo que explica la celeridad y la lucidez que acompañan a su alternativa. Tal interpretación se ha convertido en moneda de uso común en el discurso historiográfico sobre el período.
Una sección del presente libro se centra en la fase posrevolucionaria, con punto de llegada en 1808. Otra parte de la obra consiste en integrar en el relato al pensamiento anti-ilustrado, el cual obviamente nada tiene de liberal, pero sin cuya presencia no se entienden las peripecias por las que atraviesan los escritos de los reformadores absolutistas, por no hablar de los liberales.
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