Lo clásico es lo que no se puede hacer mejor. Las democracias de posguerra se rearmaron sobre estos pilares: la aceptación de la economía de mercado, la división de poderes, el reconocimiento del pluralismo y alternancia políticas, un amplio régimen de libertades, el ensanchamiento del Estado social y la cooperación entre sociedades abiertas para preservar la paz. Tras la caída del Muro de Berlín, este consenso fue cuestionado. Bajo el pretexto de la crisis de la representación, corrientes posmarxistas exigieron “más democracia”. Posteriormente, la crisis de deuda de 2008 permitió el repunte de movimientos antipolíticos, soberanistas y antielitistas. La (primera) victoria de Trump en Estados Unidos permitió el despliegue de un amplio abanico de títulos sobre el declive de las democracias y el auge de los populismos.
La democracia después del populismo no expone las razones que explican la crecida populista. Desde la Filosofía, plantea una defensa de la política y democracia en su sentido clásico y contemporáneo: Ley, representación, participación y verdad. Los populismos ya han penetrado y contaminado las instituciones democráticas. Este libro no se centra en explicar por qué sucedió sino en cómo ocurrió. Desde enfoques propios del análisis político, se analizan los métodos y técnicas que han desplegado las fuerzas antipolíticas para deteriorar nuestro modelo de convivencia. España no es una excepción. Nuestra democracia también ha sido dañada por la retórica, programa, puesta en escena y políticas populistas. Las democracias asisten perplejas a una mutación y desviación; el mundo y las generaciones futuras se encaminan hacia un nuevo paradigma.
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