La libertad de expresión es la piedra de toque de todas nuestras libertades y, sin embargo, en los últimos años, cada vez está más en entredicho. Una nueva concepción de la “justicia social” basada en la identidad, que considera el lenguaje potencialmente violento, ha puesto en el orden del día dónde han de trazarse los límites de lo que es aceptable decir y se busca impedir la difusión de ideas cuestionables. En Europa se han promulgado leyes contra los “discursos de odio” y los gigantes tecnológicos están colaborando para imponer limitaciones al discurso público. Andrew Doyle aborda y da respuesta a estas preocupaciones, que, por bienintencionadas que parezcan, representan una amenaza para el principio más básico de nuestras libertades.
Prólogo de Rebeca Argudo
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