Como un director de teatro, la autora levanta el telón, mueve las bambalinas y maneja los personajes, que son las palabras. Luego las lanza al escenario: unas veces con doble sentido, otras recortadas o añadidas, pero siempre con fuerza. Así llega hasta nosotros y nos hace saborear poemas dulces y amargos, breves o largos, y palabra a palabra cala en el corazón. Su estilo difícilmente cabe en etiquetas y clasificaciones. A Gloria Fuertes le gustaba decir que vivía del cuento, que luchaba y rezaba por la paz.
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