La voz oculta, trampas telefónicas, la voz sin rostro y sus poderes mágicos, la alianza imposible y monstruosa entre la voz y el cuerpo filmado, ladrones de voces, gritos de terror, cantos de sirena, silencios del cine mudo… “¿Por qué incomprensible descuido, en el sistema de un cine que sin embargo se ha bautizado como hablado, se ‘olvida’ la voz? Porque se la confunde con la palabra.” Esta reflexión, a la que el propio autor da respuesta, le permite, apoyándose en el cine de varios autores como Mizoguchi, Tati, Bresson, Welles, Duras o Fellini y en particular en dos películas como «Psicosis» de Alfred Hitchcock y «El testamento del Dr. Mabuse» de Fritz Lang, asentar las bases de una teoría del cine en cuanto hablado.
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