Alfred de Musset no tuvo la menor duda al declarase públicamente «enfant du siècle», hijo del siglo, y sentirse por ello mismo aquejado de esa extraña y casi inefable dolencia, conocida como «mal du siècle», que presenta como síntomas, y como efectos, la melancolía, el pesimismo, la insatisfacción vital, la añoranza de tiempos perdidos y el deseo de una ilimitada pero imprecisa libertad.
Lorenzaccio es, como su romántico creador literario, un hombre que se siente ufano de su innata condición de aristócrata. Sin embargo, no es posible ver en Lorenzaccio a un romántico apasionado, a un patriota fanático que lucha hasta dar la vida por las ideas que cree o por las personas que ama. A pesar de su fascinante personalidad, Lorenzaccio más que un héroe romántico es un antihéroe existencialista: una pasión inútil
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