La rígida educación religiosa que recibió André Gide (1869-1951), Premio Nobel de Literatura en 1947, inspiró en su genio creador un ánimo rebelde y rompedor de las convenciones que culminó en un esfuerzo de subversión moral a través de la literatura. Obra orientada a conseguir la liberación del sentimiento cristiano del pecado y a cultivar la vida de los sentimientos con libertad e independencia, “Los alimentos terrenales” (1897) es la expresión inicial de ese propósito, una reivindicación de la independencia personal frente a toda disciplina moral derivada de una tradición ajena al individuo, una invitación al goce de la belleza y del instante preciso, al disfrute de la voluptuosidad y del placer ocasional. El volumen se complementa luminosamente con “Los nuevos alimentos” (1935), continuación y ruptura a la vez, gestadas en un lapso de casi cuarenta años, de la primera obra.
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