Una reflexión sobre la infancia y la necesidad de disfrutarla sin prisas.
Hay gallinas que viven apretujadas y sin poder estirar las patas, y otras, las de corral, tienen mucho espacio para correr y son muy felices. Las personas somos un poco como ellas, excepto cuando somos pequeños, porque todos los niños, aunque vivan en la ciudad, son niños de corral.