Una auténtica “sed de autonomía” caracteriza a todas las obras de Cervantes, abrumadas por el peso del “Quijote”, pero tal objetiva necesidad reviste en el “Persiles” una urgencia especialísima, si bien se recuerda que para el autor este libro “había de ser” su obra maestra. Al artista ya viejo, cansado, tal vez, del continuo sentirse llamar “escritor festivo” o “regocijo de las musas”, le había de resultar imprescindible un triunfo de otro tipo, menos clamoroso quizá, pero con una obra “seria”. Por ello es posible que se decidiera al final de su vida a terminar el viaje que hacen a Roma Periandro y Auristela, los dos jóvenes y enamorados protagonistas, obligados por las circunstancias a presentarse como hermanos, cuyo principal objeto parece ser servir de marco a otras historias y a otros personajes cuyas acciones les sirven, en más de un sentido, de enseñanza.
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