Abril de 1616. Miguel de Cervantes acaba de morir y lo entierran en el convento de la Trinidad de Madrid. Cuatrocientos años después, el bibliófilo Erasmo López de Mendoza presencia la exhumación de los huesos del novelista. Lo que mal puede imaginarse es la increíble aventura que está a punto de emprender: un Quijote alternativo, un misterio llamado Alonso Fernández de Avellaneda, un inesperado vínculo entre Cervantes y cierto dramaturgo inglés, una búsqueda trepidante que nos llevará desde el Madrid de Felipe VI al de Felipe III, desde la villa inglesa de Stratford-upon-Avon hasta la cripta de una iglesia madrileña donde tal vez se oculte el mayor enigma de la literatura universal.
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